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10 de Junio de 2022 | 08:45
Accesibilidad

¿Por qué las salvaescaleras en sitios públicos?

Si sabemos algo de las bibliotecas público, no nos resultará ajeno el hecho de que, entre otras cosas, están obligadas a ser accesibles. Al fin y al cabo, hablamos de un servicio de información, cultura y ocio democrático y sostenido por la comunidad, lo que ya parte de la base ética de que ningún colectivo de personas, con independencia de su etnia, su orientación sexual, su situación socioeconómica y un largo etcétera, puede quedarse sin él. Esto incluye, naturalmente, la accesibilidad para personas con discapacidades psíquicas, sensoriales y móviles. En el último caso, últimamente se ha popularizado el término «biblioteca sin muros», que hace referencia no solo a la extensión bibliotecaria más allá de su edificio central, sino al hecho en sí de que, desde su diseño arquitectónico, se deben concebir como espacios abiertos, diáfanos. En definitiva, accesibles.

 

En este punto, debemos mencionar la situación actual de las sillas salvaescaleras. Lo cierto es que, si acudimos a cualquier biblioteca pública, es decir, una biblioteca estatal, autonómica y local, sostenida por las administraciones públicas y, en última instancia, por la comunidad, veremos fácilmente recursos de movilidad como rampas de acceso, baños accesibles con barras de metal, y por supuesto ascensores con medidas homologadas. Pero ¿Y las salvaescaleras? En ningún caso debemos pensar que los ascensores las sustituyen. Más bien, se complementan los unos con las otras. A fin de cuentas, no debemos olvidar que, aunque las personas con problemas de movilidad reducida tengan preferencia de uso, los ascensores son de uso común, también para personas sin discapacidades motrices.

 

No así las sillas en cuestión, que han sido concebidas desde siempre como ayuda a la movilidad para personas que, por los motivos que sea, no pueden utilizar sus piernas temporal o permanentemente. Es cierto que se utilizan mucho sobre todo en el ámbito privado, en edificios de viviendas y en piso. No obstante, debemos reflexionar sobre si realmente no es conveniente empezar a instalarlas también en edificios públicos, sobre todo en ciudades en las que vive mucha gente. Las salvaescaleras en Madrid, es decir, en sus áreas públicas, se harían notar para bien y, sin duda, ayudarían.